Me paso con el señor Olve Eikemo (Abbath) lo mismo que con Kurt Cobain, después de ese bochornoso recital de Nirvana en Vélez en que nos fuimos a las puteadas por semejante forreada al público por parte del músico, que hizo que no pudiera volver a escuchar un disco de Nirvana y eso que el Unplugged me encanta, pero no hubo caso.
Y es entonces que me cuesta mucho hoy tomarme en serio a este disco cuando su creador hizo lo mismo o peor en su última visita a Buenos Aires, que Cobain aquella vez. Claro que cuando pienso que este hombre fue pieza fundamental en los inmensos Inmortal y Old Funeral, tiene un plus que el pobre Kurt no tenía.
Pero vamos al disco y sinceramente no encuentro nada que me reconcilie con la pobre imagen que tengo de él. Este Black Metal, a la vieja escuela noruega ya se hizo mil veces (hay partes calcadas a cualquier disco de Bathory) y con mejores resultados, monótono, aburrido, hay pasajes más densos que invitan al entusiasmo para luego caer en la chatura nuevamente.
Es cuestión de gustos y creo que todo lo que mencione arriba me juega en contra a la hora de juzgarlo. Y eso que no me refiero a la horrible tapa, ni al lugar común del cover de Metallica elegido. Un sin fin de desaciertos. Quizás los amantes de la banda lo encuentren grandioso, yo prefiero seguir escuchando su primer disco, Abbath del 2016, donde todavía mantenía un respeto muy grande por este prócer el del black noruego.
Ah, a los amantes de los graves les recomiendo escuchar el trabajo de la bajista en el disco, Mía Wallace (Nervosa), de lo más destacable.
Abbath: Guitarra, Bajo y Voz
Ukri Suvilehto: Batería
Ole André Farstad: Guitarra
Mía Wallace: Bajo
Por Diego Porpatto
