El Teatro Vorterix fue escenario de una noche histórica para el metal español. Con un show demoledor, Kabrones —formado por ex miembros de Mägo de Oz— ofreció un reencuentro con el fuego, la nostalgia y una nueva promesa de continuidad.
Fanáticos de todas partes se reunieron en torno al Teatro Vorterix para vivir lo que muchos consideraban un sueño pendiente: ver juntos en el escenario a José Andrea, Frank, Carlitos y Salva, íconos de la era dorada de Mägo de Oz, ahora renacidos como Kabrones.

Con entradas agotadas y un público con el alma encendida, la espera era parte del rito. Cerveza, anécdotas y cánticos espontáneos entre generaciones de fans marcaron la antesala de un show que no fue solo musical, sino profundamente emocional.

La velada comenzó con dos potentes bandas soporte que pusieron la vara bien alta. King Drago desplegó un set lleno de riffs demoledores y actitud arrolladora, dejando en claro por qué son una de las promesas más firmes del metal argentino. Luego fue el turno de El Legado, quienes, con su impronta y líricas cargadas de potencia, encendieron a un público ávido de música pesada. Ambas bandas ofrecieron no solo una antesala vibrante, sino también un testimonio del excelente estado del metal nacional.

En una entrevista previa al concierto, Frank expresó su entusiasmo por la llegada a Argentina: «Estamos ansiosos de celebrar en Argentina el legado de Mägo de Oz». Además, destacó la importancia de reencontrarse con el público latinoamericano: «Una cosa maravillosa es reencontrarte después de muchísimo tiempo encima de un escenario con tus amigos y compañeros de toda la vida».

El grito con el que arrancó todo —»¡Cabrones!»— fue más que una introducción. Fue un llamado ancestral, un reencuentro entre viejos amigos. La banda irrumpió con fuerza, repasando himnos inoxidables como “La Costa del Silencio”, “Hasta Que El Cuerpo Aguante” y “El Que Quiera Entender Que Entienda”, encendiendo una ovación que no cesó en toda la noche.



José Andrea demostró que su voz sigue siendo un emblema. Frank y Carlitos, con sus guitarras gemelas, ofrecieron solos afilados, precisos, llenos de emoción. Y Salva, firme en el bajo, aportó la base rítmica que mantuvo todo en pie. Junto a ellos, Joaquín Arellano «El Niño» en batería y Santiago Vokram del Gesu en violín aportaron solidez y frescura. El violín fue clave: no imitó, reinterpretó. Dio nueva vida al alma celta de los clásicos, sin perder esencia, pero con impronta propia.
Un momento íntimo —la versión acústica de “Si Te Vas”— contrastó con el final potente de “Molinos de Viento”, con todo el teatro convertido en un mar de voces. No había celulares grabando: había gargantas vivas.

«Gracias por estar aquí esta noche», dijo Frank a mitad del show. «Esto no es un revival, no es un homenaje. Es una continuación. El metal no muere. Nosotros, con ustedes, seguimos siendo esos cabrones que no se rinden». El público respondió con aplausos que parecían no tener fin.

Lo de Kabrones en Argentina fue mucho más que un recital. Fue un recordatorio de que algunas leyendas no se desvanecen: se transforman.
Por Jonathan Punos
Ph Ale Reggiani
Agradecemos la acreditación de Pablo Noguera